Gracias a una de esas páginas de descuentos directos para cenas, viajes, regalos, espectáculos... Conseguimos Él y yo celebrar nuestros 4 años de casados de forma austera pero muuuuy bonita y divertida.
El viernes pasado fuimos a cenar a un restaurante de esos minimalistas, en los que el menú para dos valía 80 € y nos costó 32 €.
Degustamos 6 tapas elaboradas (los nombres son lo más): saquitos de queso brie con caviar de tomate; buñuelitos de berejena con miel, croquetita especial, ensalada templada de patata aliñada...
Y de plato principal, para compartir, nos equivocamos al elegir puesto que nos daban la opción de pedir una cazuelita de patatas paja con huevos de codorniz, pero nos pareció más chic pedir steak tartar, que para los ignorantes como yo, es un pastel de carne cruda. A ver a mí el carpaccio me gusta, pero esto... ni lo toqué.
Regado todo con una botella de vino tinto valenciano.
Lo mejor fue el postre, torrija de horchata caramelizada, uhmmmmmm. Con una copita de mistela (vino de moscatel)
Contentísimos con la cena.
Y el sábado fuimos al teatro a ver una obra en valenciano en la que actúa el gran Carles Alberola junto a la actriz Elena Fortuny.
Sinopsis:
Bob y Helena acaban de cumplir los cuarenta. Se
conocen en plena crisis, involuntariamente, en un local de moda. El
destino, con las peripecias de un fin de semana, hará que puedan
comenzar a vislumbrar un nuevo horizonte entre el espesor de la lluvia
escocesa. Este horizonte les permitirá recuperar las ganas de vivir y la
posibilidad de mirar el mundo con una sonrisa.
Opinión:
La obra es total, hay momentos que te ríes tanto que no te enteras siquiera de lo que está pasando en escena. Va aderezada de canciones, en inglés, castellano y catalán, en las que los actores tocan ambos la guitarra y cantan y bailan estupendamente.
No es una comedia propiamente dicha, ya que en ciertos momentos también te dan ganas de llorar y hay momentos de reflexión interna (aunque uno de ellos es el protagonista masculino hablando con su propio pene)
Dura prácticamente dos horas, en las que en ningún momento piensas en la hora, disfrutas cada escena, te metes en la piel de Bob, perseguido por un matón, y también en la piel de Helena que corre porque no llega a la boda de su hermana.
Al final te quedas con una gran sonrisa en la boca, pensando que a los 40 años, sin trabajo certero y sin hijos, es posible vivir puesto que hay vida más allá de los clichés típicos.
Y esa es la única certeza, que para vivir sólamente hace falta estar vivos.
Recomendable 100 %