viernes, 15 de abril de 2016

Hace diez años



Hace diez años de uno de los días más tristes de mi vida. 

Sobre las ocho de la mañana el que hoy es mi suegro conseguía localizarnos a Él y a mí [que estábamos con amigos en una casita rural de un pueblo perdido en las montañas de Castellón (era Pascua)] para darnos una terrible noticia: mi querida abuela Amparito se había ido. Mis pares no conseguían localizarnos, había una cobertura terrible.

Se fue en silencio, sin dar faena, como ella siempre había pedido. Y se fue un día muy importante para ella, el aniversario de su boda. Mi abuelo se había ido catorce años antes, pero ella jamás lo superó. Creo que si se va el amor de tu vida cuando ya eres tan mayor, no hay remedio para el corazón herido.

Y así nos dejó mi abuela a toda la familia, tocados y hundidos. Heridos.

No se me olvidará su velatorio, en casa, como toda la vida -palabras textuales- un río humano viniendo a acompañarnos. Un traslado lento al monasterio para la misa y otro tanto hacia el cementerio. Qué mal.

Solo pienso en lo contenta que estaría hoy si me viera como madre. ¡Ay si hubiera conocido a Clara! Qué orgullosa estaría de mí, por Clara y por tantas cosas: por mi matrimonio con Él -lo adoraba-, por mi trabajo de profesora, por mi carné de conducir -que tanto insistió en que me sacara-, por tantas cosas... Aunque son muchas más las cosas por las que yo estoy orgullosa de ella.


Cómo te echo de menos querida uela